viernes, 25 de diciembre de 2015

Independentismo


--Pero ¿Por qué nos odian tanto?
--Es envidia. No pueden soportar nuestras virtudes.
--¿Tú crees?
--¿Acaso no conseguimos dividirnos a mayor velocidad que ellas? ¿No evitamos que nuestros telómeros se acorten?
--Ellas consideran ese efecto como algo perjudicial, un error de nuestro metabolismo que, a la larga, nos traerá problemas.

--Lo denominan así porque carecen de él. ¿Acaso es un error mantener esa capacidad de división indefinidamente? Ellas sí que son anómalas al disponer de un número de reproducciones limitado. Y eso las que pueden hacerlo porque, como sabes, algunas no se dividen nunca, son estériles.


--Una de sus dirigentes decía, el otro día, que empleamos tretas como el disimulo, el enmascaramiento y la mentira para mantenernos en nuestros puestos.
--Lo que empleamos es nuestra inteligencia, y les molesta que seamos, también en ese campo, superiores. Podemos  controlar, evitar, reconducir y dirigir a los policías y fuerzas de seguridad que nos envían, lo que hacen con la única y malvada intención de destruirnos.
--También nos achacan nuestra imposibilidad para la vida sedentaria. Dicen que esa virtud, la del sedentarismo, es el origen de todo avance y cuna de civilizaciones.
--Mentira. Los progresos, durante la historia, se han producido gracias a la búsqueda de nuevos continentes y a la colonización de  territorios jamás explorados. Son ellas las que temen enfrentarse a retos novedosos y tiemblan solo con imaginar un viaje fuera del lugar donde han nacido. Se les hace un nudo en la garganta  ante lo distinto y lo desconocido. Y es ahí, al afrontar diferentes desafíos lo que hace desarrollar una mayor capacidad de supervivencia a todo ser vivo.



--Critican, de igual modo, la creación de las colonias que nosotras establecemos. Dicen que acabarán independizándose y actuarán como naciones soberanas poniendo en peligro la paz mundial.
--Ellas sí que ponen en peligro la paz mundial con sus fechas de caducidad programadas, su progresivo envejecimiento sin posibilidad de recuperación, su arterioesclerosis galopante y su Alzheimer ininterrumpido. Nosotras no padecemos nada de eso.
--Pero han conseguido crear la quimio y la radioterapia. ¿No crees que ello indica unos conocimientos extraordinarios?
--Me temo que esas ignorantes no han sido. Unas armas tan mortíferas que, principalmente, nos afectan a nosotras, deben proceder del espacio exterior, como si seres super inteligentes de otro planeta les estuviesen ayudando. De verdad que esos factores sí son temibles, y nos obligan a investigar, trabajar y esforzarnos continuamente para evitar tales plagas.



  Algunas de nuestras avanzadillas ya soportan la quimio sin dificultad pero, de verdad, la radioterapia es algo muy difícil de combatir. Puede aparecer, al contrario que la quimio, en cualquier lugar y provenir de múltiples direcciones.
  A la quimio la podemos bloquear porque conocemos los senderos, los caminos, carreteras y autopistas a través de las que puede llegar, pero la radio es impredecible. No emplea ni la sangre ni la linfa, e incluso puede atravesar los huesos de mayor grosor.
  El mes pasado, toda una colonia, la que tenía un mayor porvenir, fue aniquilada de manera inmisericorde empleando una combinación de ambos métodos. Al principio la bombardearon con radiación y luego, a los comandos que intentaban sobrevivir huyendo por la circulación sanguínea, acabaron exterminándolos con quimio. Me han contado que solo algunas de las nuestras, muy pocas, consiguieron resistir esta quimio y se han hecho fuertes en el páncreas.



--Pero, ¿realmente piensas que algún día seremos nosotras las dominantes y ocuparemos todo su espacio?
--Lo creo. Como dijo el autor de La Montaña Mágica: “La materia es la enfermedad de la energía, y la materia orgánica solo un estado patológico de la materia inerte. De igual manera puede considerase a la vida como un estado enfermizo de la materia orgánica, una excrecencia de la misma”. Nosotras, las células cancerosas, somos la fase final del proceso, somos la enfermedad de la vida, el escalón más elevado del sistema evolutivo y alcanzaremos, por tanto, propiedades emergentes inimaginables en las células sanas.
  Quizás, con el tiempo, llegaremos a saber quién o quiénes están detrás de la quimio y de la radioterapia.

Venno Von Archimboldi: “Inicios del Independentismo”

viernes, 30 de octubre de 2015

Gallegos

“NUESTRO DESAPEGO por el trabajo físico, es tan evidente que de él ha nacido la desestima que cierto sector de nuestro pueblo experimenta hacia la actividad del gallego. Convertimos en síntoma de superioridad la falta de capacidad. Razonamos equivocadamente así: «Si el gallego trabaja tan brutalmente, y no le imitamos, es porque nosotros somos superiores a él». En este disparate, índice de nuestra supuesta superioridad, nos apoyamos para hacerle fama al gallego, de bruto y estólido, sin darnos cuenta que esa superioridad es, precisamente, síntoma de debilidad.

Visitemos una aldea gallega, de los alrededores de Vigo, Persibilleira, Panjon, La Bouza, Corujo.

El gallego trabaja en piedra. No en ladrillo. No en madera: piedra.
De piedra son los hórreos donde pone a orear el trigo. De piedra las casas. De piedra las piletas y las campanas bajo las cuales arde el fuego. De piedra los techos, de piedra las fuentes, de piedra los postes que sostienen las viñas, de piedra los muros que cercan los sembradíos, de piedra los puentes y los caminitos que corren entre los maizales y de piedra los troncos que sostienen las alambradas. Sin embargo, el monte gallego negrea de bosques. Le sobra madera. Levantemos la cabeza. Allá arriba, donde únicamente pueden andar las cabras, en la cima del monte, en un retazo de tierra, avanza la sembradura. Esto no es un juguete. Aquí, en Galicia, aunque se esté entrenado para subir pendientes, hay que hacer un alto cada cien metros.
Pero estas parcelas dificultosas, estas fincas gallegas, a pesar de estar construidas de piedra gris y negra, no son tristes, sino alegres. Se levantan entre golfos de verdura, sobrepasan los techadillos del viñedo, sesgan barrancos, permanecen en las alturas, a un costado de un cortinado de bosque, suspendidas misteriosamente frente a la montaña azul.
Cuando el gallego no trabaja la piedra o la tierra, se lanza al mar. Al Atlántico, al Cantábrico. En sus traineras y barcos de vela, llega hasta las costas de Irlanda por el llamado Mar del Gran Sol.
Pero ha de trabajar. O en la piedra, o en el océano. Su naturaleza aventurera, no le deja quieto. Ni la necesidad tampoco. La piedra o el océano. Estos reversos de medalla no son fiorituras de literatura impresionista sino el bajorrelieve de un hombre de acción.
El mar se mete en Galicia, como en los fiordos noruegos. Con la diferencia, que en Galicia no se les llama fiordos, sino «rías».

Adentramiento del mar en los valles terrestres. Superficies de agua en zig zag, en serpentina, que siguen la ley del flujo y reflujo. A tal punto que hasta la ría de Pontevedra, en otros siglos, llegaban ballenas. El océano va a buscar al gallego a su casa de piedra. De allí esas sorpresas maravillosas que reserva el litoral gallego al turista desprevenido. Corre el tren por entre los campos de viñedos, en el fondo de un valle y de pronto, en medio de los viñedos, el océano. Un puerto. Es la ría. El panorama es idílico, pero cuando el hombre se abandona en él, el monstruo muestra la cara. El Cantábrico y el Atlántico se tragan todos los años muchas vidas humanas. Razón dramática en la cual hay que buscar la reserva observadora del gallego, aun cuando éste se encuentre en presencia de formas de vida amables y seductoras. Doble género de vida, montaña y océano, que le han entrenado para los esfuerzos más recios.
De allí que en las Américas la vida sea fácil para el gallego. No se siembra sobre piedras. La tierra es tan tierna que en verano se la cruza en ferrocarril entre grandes nubes de polvo. Aquí, en España, la tierra es tan dura, que en pleno verano, cruzando la llanura de la Mancha, que no es llanura sino una sucesión de suaves colinas, después de seiscientos kilómetros de travesía, conservamos la ropa limpia.”

Roberto Arl: “Aguafuertes Gallegos”

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Noche de verano


                                                         Tus ojos me recuerdan
                                                          las noches de verano,
                                                          negra noche sin luna
                                                          orilla el mar salado,
                                                          y un chispear de estrellas
                                                          de un cielo negro y bajo,
                                                          tus ojos me recuerdan
                                                          las noches de verano,
                                                          y tu morena cara
                                                          los trigos requemados,
                                                          de un suspirar de fuego
                                                          de los maduros campos,
                                                          tus ojos me recuerdan
                                                          las noches de verano.


                                                          De tu morena cara
                                                          de tu soñar gitano,
                                                          de tu mirar de sombra
                                                          quiero llenar mi vaso,
                                                          me embriagaré una noche
                                                          de un cielo negro y bajo,
                                                          para cantar contigo
                                                          orilla el mar salado,
                                                          una canción que deje
                                                          cenizas en los labios,
                                                          de tu mirar de sombra
                                                          de los maduros campos.
                                                          Tus ojos me recuerdan
                                                          las noches de verano.

                                                                Antonio Machado




martes, 19 de mayo de 2015

Campaña electoral



“Durante quince días me recluí en mi habitación, rodeado de los libros de moda entonces –hará diez y seis o diez y siete años--; quiero decir de los libros en que se trata el arte de hacer a los pueblos dichosos, buenos y ricos en veinticuatro horas. Había, pues, digerido –es decir, tragado— todas las elucubraciones de esos contratistas de la felicidad pública de los que aconsejan a todos los pobres que se hagan esclavos y de los que llegan a persuadirles de que todos son reyes destronados. No habrá de causar sorpresa que estuviese yo entonces en una disposición de espíritu cercana del vértigo o de la estupidez.

Únicamente me había parecido que sentía, confinado en el fondo de mi intelecto, el germen oscuro de una idea superior a todas las fórmulas de buena mujer, cuyo diccionario había recorrido yo no hacía mucho. Pero no era más que la idea de una idea, algo infinitamente vago.



Y salí con una gran sed. Porque el gusto apasionado de las malas lecturas engendra una necesidad en proporción de aire libre y de refrescos.
A punto de entrar en la taberna, un mendigo me alargó el sombrero, con una de esas miradas inolvidables que derribarían tronos si el espíritu moviese la materia y si los ojos de un magnetizador hiciesen madurar las uvas.
Al mismo tiempo oí una voz que me cuchicheaba al oído, una voz que reconocí perfectamente: era la de un Ángel bueno o la de un Demonio bueno, que a todas partes me acompaña. Puesto que Sócrates tenía su Demonio bueno, ¿por qué no había yo de tener mi Ángel bueno, y por qué no tendría, como Sócrates, el honor de alcanzar mi certificado de locura, firmado por el sutil Lélut y por el avispado Baillarger?(…)
Su voz, pues, me cuchicheaba esto: “Solo es igual a otro quien lo demuestra, y solo es digno de libertad quien sabe conquistarla”.




Inmediatamente me arrojé sobre mi mendigo. De un solo puñetazo le hinché un ojo, que en un segundo se volvió del tamaño de una pelota. Me partí una uña al romperle los dientes y, como no me sentía con fuerza bastante, porque soy delicado de nacimiento y me he ejercitado poco en el boxeo, para matar al viejo con rapidez, le cogí con una mano por la solapa del vestido, le agarré del pescuezo con la otra y empecé a sacudirle vigorosamente la cabeza contra la pared. He de confesar que antes había inspeccionado los alrededores en una ojeada, para comprobar que en aquel arrabal desierto me encontraba, por tiempo bastante largo, fuera del alcance de todo agente de policía.
Como en seguida, de un puntapié en la espalda, bastante enérgico para romperle los omóplatos, acogotara al débil sexagenario, me apoderé de una gruesa rama que estaba caída y le golpeé con la energía obstinada de los cocineros que quieren ablandar un bistec.




De repente --¡Oh milagro!, ¡oh goce del filósofo que comprueba su excelente teoría!—vi que la vieja armazón de huesos se volvía, se levantaba con energía, que nunca hubiera sospechado  en máquina tan descompuesta, y con una mirada de odio que me pareció de buen agüero, el decrépito malandrín se me echó encima, me hinchó ambos ojos, me rompió cuatro dientes y, con la misma rama, me sacudió leña en abundancia. Con mi enérgica medicación le había devuelto el orgullo y la vida.
Hícele señas entonces, para darle a entender que yo daba por terminada la discusión y, levantándome tan satisfecho como un sofista del Pórtico, le dije: “¡Señor mío, es usted igual a mí! Concédame el honor de compartir conmigo mi bolsa; y acuérdese, si es filántropo de veras, que a todos sus colegas, cuando le pidan limosna, hay que aplicarles la teoría que he tenido el dolor de ensayar en sus espaldas”.
Me juró que se daba cuenta de mi teoría y que sería obediente a mis consejos.”

Charles Baudelaire: “Poemas en prosa”

sábado, 14 de marzo de 2015

Materia oscura



No, no era así. Estaba claro que de aquella manera no se podía contactar con ellos. Era el motivo por el cual habían fracasado tantos años de esfuerzo empleando el detector de Arecibo. Y lo mismo sucedió con las demás antenas de radioastronomía repartidas por el mundo.


El programa SETI, diseñado para capturar señales electromagnéticas procedentes de civilizaciones extraterrestres, también se había mostrado infructuoso. No, no estaban ahí. Y él se dio cuenta. De existir, se dijo, seres con una inteligencia semejante o superior a la nuestra, se hallarían en la componente más abundante del Universo, es decir, no en la visible sino formando parte de la materia oscura.


Al principio decidieron emplear el sistema LIGO para recibir los posibles indicios de estos seres. Las ondas gravitatorias detectadas por este sensor deberían mostrar trazas no ya aleatorias sino conteniendo códigos creados por seres pensantes. Pero la enorme estación experimental  solo logró detectar ondas de una forma muy burda. Las ondas de gravedad, como ocurre con las electromagnéticas, disponían de un amplio espectro, y únicamente una fracción minúscula del mismo reunía las características adecuadas para ser utilizado en el envío de mensajes. Y esta fracción no era captada ni por LIGO, ni por otros detectores semejantes como VIRGO, BICEP2 o LISA.


Tampoco los primeros instrumentos, que empleaban condensados de Bose-Einstein (BEC), conseguían afinar lo suficiente para elegir las señales precisas. Pero fue una máquina basada en este principio, empleando materia cercana al cero absoluto de temperatura, la que comenzó a generar resultados alentadores.




Al principio solo registraba señales asociadas con fenómenos naturales: explosiones estelares de materia oscura, choques de cuerpos muy masivos o señales rítmicas de cuásares formados por esta extraña sustancia. Pero un día, el mismo científico que había cambiado la forma de buscar inteligencia extraterrestre, mientras regulaba uno de los sensores, percibió un ligero chisporroteo en el ordenador principal. Aquello no estaba generado por ningún fenómeno natural pues empleaba un sistema binario de comunicación. Después de introducirlo en el computador más potente del que disponía en el laboratorio, el descifrado del mismo lo dejó de piedra: “Os estábamos esperando. Ya habéis alcanzado el nivel suficiente para pasar a la siguiente fase de la evolución. En breve recibiréis instrucciones. Saludos.”

Benno von Archimboldi: "Introducción a la Ondulatoria"


martes, 24 de febrero de 2015

Pecado original antigénico



“A semejanza del concepto bíblico, el pecado original antigénico es la historia del primer encuentro entre una entidad inocente, el sistema inmunitario, y una amenaza, el patógeno. En la versión inmunitaria, el cuerpo queda tan marcado por su primera victoria contra el virus de la gripe que cada infección posterior desencadena la producción de esos anticuerpos originales.


 El organismo los fabrica aunque detecte un conjunto de antígenos del patógeno ligeramente distinto, lo que exigiría emplear otros nuevos para combatir la infección con eficacia. Por otro lado, el cuerpo no logra suministrar suficientes anticuerpos frente a los antígenos modificados del patógeno; en lugar de ello, confía más en la respuesta inmunitaria contra los virus que ya conoce. (…)


Jacob y su grupo propusieron una explicación biológica para el pecado original antigénico y plantearon que podría tener un origen en la forma en que generamos los linfocitos B de memoria. Estas células, que forman parte de la respuesta inmunitaria, están programadas para reconocer una amenaza específica y fabricar anticuerpos que acaben con ella. Algunos linfocitos B persisten en el cuerpo después de la lucha, listos para lanzar más anticuerpos si vuelve a aparecer la misma amenaza. 


Según Jacob y sus colaboradores, la infección por virus vivos de la gripe haría entrar en acción a los linfocitos de memoria, en vez de activar la programación de nuevos linfocitos B. Supongamos que el año pasado padecimos la gripe y que este año contraemos un virus un poco distinto. Los linfocitos B de memoria ya conocen el virus del año anterior y pueden acabar con el nuevo intruso antes de que el organismo tenga tiempo de generar nuevos linfocitos B específicos contra él y, por tanto, que recuerden mejor la cepa del año corriente. Es como ese viejo dicho militar de que los generales siempre combaten como en la última guerra (especialmente los vencedores).



J. Kucharski, Adam: “La ilusión de la inmunidad”