¿Qué debo hacer?
El primer año murieron seiscientas personas. Nadie le dio mucha importancia. Algo así ocurría periódicamente debido a enfermedades estacionales, como la gripe o el resfriado común.
En los doce meses siguientes se registraron decenas de miles de fallecidos y, curiosamente, las víctimas se repartían de igual manera por todos los continentes. Los científicos y las grandes empresas farmacéuticas comenzaron a investigar, tratando de conseguir una vacuna eficaz contra aquel virus que, de forma fulminante, acababa con la vida de cualquier ser humano, desde un recién nacido hasta un anciano.
Familias enteras enfermaban de la noche a la mañana, y el resultado siempre era el mismo: la muerte de todos sus componentes antes de finalizar el séptimo día posterior al contagio.
El pánico se extendió por todo el planeta y las autoridades intentaban tranquilizar a la población, afirmando que la dolencia se transmitía de forma diferente de unas personas a otras. Así, aseguraban, gran cantidad de médicos y personal hospitalario, que había cuidado y tratado a numerosos pacientes, no había contraído la infección. El virus, decían, solo podía matar a individuos con unas características genéticas especiales. Si usted o sus familiares, decían, no presentaban esos genes, no debían preocuparse.
Pasados cuatro años, el número de habitantes en todo el planeta había caído en picado. De los cerca de siete mil millones de personas que poblaban la Tierra, solo quinientos millones habían sobrevivido. Las grandes multinacionales farmacéuticas apenas habían conseguido identificar al virus. Descubrieron su composición química, y declararon que se trataba de algo totalmente novedoso. En toda la historia de la medicina jamás se había visto algo con aquellas características. Se trataba de microbios formados totalmente por ARN. Este componente químico se encontraba tanto en su parte interna como, y esto era lo extraño, en su envoltura exterior.
Algo realmente curioso fue que solo habían resistido al patógeno personas de las clases media y alta. Y, de éstas, solo gente formada y con ideas liberales. Personas cultas, instruidas, de mente abierta y sin prejuicios. Además, resistió la infección un porcentaje equitativo de cada raza, color de piel o tipo humano. Pero ni una sola familia de clase baja o desfavorecida consiguió sobrevivir.
Pasada la terrible y traumática fase mortífera, los resistentes a la plaga decidieron organizarse creando un único país para todo el planeta, dividido en cuatro regiones. De ellas, dos tenían su localización en el hemisferio Norte y otras dos en el Sur.
La nueva situación supuso una vuelta al estado natural de gran parte de los continentes y océanos. Muchas especies en peligro de extinción se recuperaron y los mares volvían a bullir con enormes poblaciones de peces y mamíferos. Bosques casi exterminados y zonas totalmente deforestadas recuperaron su antiguo esplendor. La selva, en todo el mundo, recuperó territorios que le habían sido robados, e incluso lugares como España, Gran Bretaña o el centro de Europa se cubrían ahora de extensas robledas y encinares.
La alimentación dejó de ser un problema para la humanidad. Había sanidad y educación públicas y gratuitas para todo el mundo. La obtención de recursos, para satisfacer las necesidades de esta magra población, era muy sencilla. Además, con la ayuda de un pequeño número de robots y maquinaria automatizada, el trabajo manual era innecesario. La producción de energía se realizaba empleando únicamente fuentes renovables y, por tanto, sin emisiones de gases tóxicos. La producción del dióxido de carbono y gases contaminantes disminuyeron de tal manera que dejó de aumentar el calentamiento global debido al efecto invernadero producido por el hombre.
Ya han pasado 82 años de la infección. Yo soy un científico especializado en virología y, revisando antiguos documentos de mi laboratorio, encontré información encriptada. Pregunté a varios colegas si conocían aquel lenguaje y ninguno respondió afirmativamente. Dos meses después, empleando distintos programas avanzados, conseguí descifrar los textos y me quedé asombrado al leer los informes. Allí se relataba el maquiavélico plan urdido para modificar el futuro de la especie humana.
Alguien muy poderoso, o un gobierno, o una agrupación multinacional muy influyente, había decidido que, por el bien de la Tierra era necesario reducir el número de sus habitantes, y para ello crearon el virus y provocaron la pandemia. Previamente produjeron gran cantidad de vacuna, líquida y absorbible por vía digestiva, que fueron distribuyendo por todo el planeta, entre grupos sociales elegidos sin que éstos fueran conscientes de lo que ocurría.
Una vez vacunaron a la población escogida, liberaron el mortífero virus sabiendo que, debido a su pequeñísimo tamaño y a sus características especialmente diseñadas, se transmitiría rápidamente a través del aire, afectando exclusivamente a los humanos no vacunados.
¿Qué debo hacer? ¿Doy a conocer lo que he descubierto o destruyo todos los documentos que certifican que el gran nivel de vida del que disfrutamos y la vuelta a los parámetros normales de la Tierra se deben a un terrible holocausto?
Venno Von Archimboldi: “Nueva Coruña”
2 comentarios:
Y ya que han comenzado las matanzas recuerdo una –que el autor del blog conoce perfectamente- que está sucediendo en este momento: la desaparición de las abejas, polinizadores esenciales.
El número de defunciones que propone el autor corresponde al orden de los miles de millones en todo el planeta; me pregunto entonces ¿las defunciones de mariposas, polillas, abejas, avispas, hormigas y escarabajos, sólo en la parroquia de Tirán, supera a ese número? Quien esto escribe sabe que de sus observaciones casuales no se puede hacer reglas; ahora bien, quien lea esto y se encuentre en la edad madura, ¿está de acuerdo conmigo en que los campos gallegos ya no tienen la misma cantidad de mariposas que antaño? ¿Quién polinizará muchos de los alimentos que comemos si desaparecen los polinizadores? ¿Quién mata a los polinizadores?
Afectuosos saludos de Epi
Hola Epi.
Es cierto que están muriendo gran cantidad de animales polinizadores en todo el mundo, con lo que eso conlleva: disminución drástica de frutos en los campos de cultivo, pérdidas en las granjas apícolas, variaciones en el número de plantas en todos los ecosistemas al no poder producir sus semillas, disminución de presas para animales insectívoros, etc.
Para mí está claro que se debe a una acción humana: empleo de algún plaguicida con efectos letales a largo plazo en estos insectos.
Esperemos que, más pronto que tarde, encuentren al tóxico culpable y, por tanto, a la empresa productora del mismo.
Saludos.
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