viernes, 22 de febrero de 2013
Neutrinos
Realmente era odio lo que sentía hacia él. Y este sentimiento comenzó aquel día en la ONU cuando, ante las cámaras de todo el mundo, se negó a estrecharle la mano. ¿Cómo se atrevía un ridículo dictadorzuelo a negarle el saludo protocolario al máximo representante de la mayor potencia democrática de Occidente? ¿De dónde salía ese humanoide rechoncho, diminuto, de andar chulesco y hablar pretencioso? ¿Cómo era posible que se creyera, con toda su demagogia barata, la única persona en el mundo poseedora de la verdad absoluta?
Consultó con sus asesores y con el servicio de inteligencia y, siguiendo una larga y fructífera tradición, decidieron cambiarlo por otro monigote que les fuera afín. Substituirlo por alguien al que pudieran manejar con facilidad y accediera a todas sus pretensiones. Las enormes riquezas naturales del país tercermundista hacían imprescindible aquel cambio.
Pero no podían emplear métodos anticuados. El atentado terrorista, bien mediante un disparo con rifle de mira telescópica, bien con una bomba, estaba descartado. Tampoco podían utilizar el típico golpe de estado empleando a militares corruptos. Quedaba sin consideración, de igual manera, el envenenamiento a través de los alimentos, o por contacto con un intermediario: hacer que alguien al darle la mano aprovechara para aplicarle cierta cantidad de material altamente radiactivo.
El equipo de científicos militares, le expuso la posibilidad de radiar el palacio presidencial del tirano, de una forma tal que nadie podría descubrir el crimen. Se trataba de disparar, desde la superpotencia, a través de la corteza terrestre, una serie de rayos de alta energía hasta la residencia del dictador. Esta radiación, efectuada con descargas periódicas, produciría alteraciones orgánicas en el déspota que le llevarían a la muerte.
Para demostrar que esto era factible, le relataron el experimento llevado a cabo durante el año 2011 en el CERN, en Ginebra. Desde allí los investigadores enviaron neutrinos que, cruzando las rocas de la corteza terrestre, por debajo de la cordillera de los Alpes, llegaron al laboratorio italiano de Gran Sasso, en el centro de Italia, donde fueron detectados.
Lo más difícil de todo el proceso fue encontrar el tipo de radiación: debería ser capaz de cruzar toda aquella gran masa rocosa sin perder más del 50 % de sus partículas y que éstas, una vez alcanzado el palacio considerado diana, pudieran alterar las células y tejidos del dictador.
Comenzó el experimento. Cada tres días se enviaban ráfagas de alta energía en aquella dirección y hacia las coordenadas previstas. Transcurrió el primer año y la salud del tirano parecía ser inmejorable. Los científicos, nerviosos, pidieron paciencia a sus superiores y solicitaron un plazo mayor. Argumentaban que era la primera vez que se realizaba tal experimento y que acertar con la dosis correcta se hacía muy difícil.
Transcurridos 15 meses todo cambió de forma abrupta: quién enfermó gravemente de cáncer fue el presidente de la gran potencia. El experimento cesó al instante, sus archivos secretos fueron destruidos y a los científicos implicados en él les encomendaron otras actividades muy por debajo de su cualificación profesional.
Sólo uno de ellos, clandestinamente, conservó una copia completa de los datos. La estudió minuciosamente, robándole horas al sueño y, pasado algún tiempo, encontró la explicación a lo sucedido.
Toda la radiación que salía del laboratorio en dirección al palacio del dictador, se encontraba en su camino con una masa de material rocoso semifundido, los llamados penachos o plumas térmicas que viajan desde la parte externa del núcleo hasta la corteza terrestre. En aquel lugar actuaban como un espejo reflector para la mayor parte de la radiación, redirigiéndola hacía el país de donde había salido. Y, por una de esas coincidencias extraordinarias, los rayos eran concentrados en el palacio del presidente del gran país. Es decir, ellos mismos, los investigadores, había provocado la enfermedad de su presidente.
Benno von Archimboldi: “Física para tiranos”
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2 comentarios:
Admirado Sr. Von Archimboldi
Alabo sobremanera su buen juicio. Compruebo que, después de alcanzar tan singular proeza, su modestia le impide reseñar todos los fracasos en los que incurrieron los investigadores anteriores a Vd. Ninguna radiación electromagnética -visible o invisible- parece capaz de lograr su objetivo: el óbito del malvado villano desde el otro lado de la Tierra. Desechadas las ondas gravitatorias, porque aún no se ha conseguido detectarlas directamente, las ondas acústicas (infra, ultra o sonidos, a secas) son la siguiente posibilidad en la que pensé: tampoco ellas aportan una posible solución. ¿Quizá los neutrinos? Tal vez, pero se presentan graves problemas: conseguir un flujo de la intensidad adecuada, focalizar el haz de partículas en un punto muy concreto desde una distancia considerable (el equivalente al láser de neutrinos, no es concebible actualmente) y esperar que los neutrinos consigan, al chocar con los neutrones, volver radiactivos el suficiente número de átomos como para que un cáncer acabe con la vida del funesto tirano. Estimado don Benno encomio su singular maestría que le permitió superar todas las vicisitudes, inconvenientes y menoscabos para conseguir éxito en una empresa en la que todos sus predecesores fracasaron.
Un rendido admirador de su ingenio le saluda
Epi
PD. Me doy cuenta que, o bien para evitar plagios indeseadas o porque está obligado por secreto de estado, no puede dar detalles de la eficaz máquina que diseñó.
Estimado "Anónimo":
Según cuenta Benno, en su famosa entrevista concedida a la BBC, conoció a este científico durante una cacería de elefantes en Botswana, y allí entabló amistad con el mismo. Fue en este safari donde le refirió su historia y le confesó que, posteriormente, había conseguido amasar una enorme fortuna empleando los datos del célebre experimento.
Según le comentó el investigador, al analizar los resultados del mismo, pudo localizar importantes yacimientos petrolíferos, y de piedras preciosas, en distintos lugares de la corteza terrestre, información que más tarde vendería a grandes multinacionales.
A partir de dicha entrevista en la BBC, podemos concluir que Archimboldi no llegó a conocer la naturaleza de la misteriosa radiación.
Saludos.
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