“A semejanza del concepto
bíblico, el pecado original antigénico es la historia del primer encuentro
entre una entidad inocente, el sistema inmunitario, y una amenaza, el patógeno.
En la versión inmunitaria, el cuerpo queda tan marcado por su primera victoria
contra el virus de la gripe que cada infección posterior desencadena la
producción de esos anticuerpos originales.
El organismo los fabrica aunque detecte un
conjunto de antígenos del patógeno ligeramente distinto, lo que exigiría
emplear otros nuevos para combatir la infección con eficacia. Por otro lado, el
cuerpo no logra suministrar suficientes anticuerpos frente a los antígenos
modificados del patógeno; en lugar de ello, confía más en la respuesta
inmunitaria contra los virus que ya conoce. (…)
Jacob y su grupo propusieron una
explicación biológica para el pecado original antigénico y plantearon que
podría tener un origen en la forma en que generamos los linfocitos B de
memoria. Estas células, que forman parte de la respuesta inmunitaria, están programadas
para reconocer una amenaza específica y fabricar anticuerpos que acaben con
ella. Algunos linfocitos B persisten en el cuerpo después de la lucha, listos
para lanzar más anticuerpos si vuelve a aparecer la misma amenaza.
Según Jacob y sus colaboradores,
la infección por virus vivos de la gripe haría entrar en acción a los
linfocitos de memoria, en vez de activar la programación de nuevos linfocitos
B. Supongamos que el año pasado padecimos la gripe y que este año contraemos un
virus un poco distinto. Los linfocitos B de memoria ya conocen el virus del año
anterior y pueden acabar con el nuevo intruso antes de que el organismo tenga
tiempo de generar nuevos linfocitos B específicos contra él y, por tanto, que
recuerden mejor la cepa del año corriente. Es como ese viejo dicho militar de
que los generales siempre combaten como en la última guerra (especialmente los
vencedores).
J. Kucharski, Adam: “La
ilusión de la inmunidad”