“¿Me permite el lector que yo le dé mis opiniones sobre la cuestión social? Para mí, toda la cuestión social se reduce a una sola cosa: que el hombre no quiere trabajar y que es preciso que trabaje. El hombre no quiere trabajar doce horas, ni ocho, ni cinco, ni dos; no quiere trabajar en un trabajo desagradable ni en un trabajo agradable; no quiere trabajar absolutamente nada. Pretender establecer el trabajo colectivo como base de la sociedad futura me parece, por lo tanto, un absurdo.
Toda la civilización no es más que una lucha desesperada del hombre para no tener que trabajar. Si se han inventado máquinas, si se han canalizado ríos, si se han domesticado animales y si se han blanqueado negros, ha sido con el único objeto de que los negros, los animales, los ríos y las máquinas trabajasen por nosotros.
--¡Lo que inventan los hombres pa no trabajar! – decía el baturro del cuento viendo cómo un pintor copiaba el paisaje.
Y, en efecto, los hombres han inventado mucho y han trabajado rabiosamente para emanciparse de la horrible esclavitud del trabajo. Han creado el Arte, la Ciencia, el papel moneda y hasta algunas enfermedades infecciosas…
Claro que los obreros hacen bien en pretender que todo el mundo trabaje. Cuando trabaje todo el mundo, cada hombre trabajará menos, y el dolor de los más será atenuado, pero…
Pero en la sociedad actual uno tenía siempre una esperanza de liberación, y en la sociedad futura no la tendrá nadie. El mal será menor, pero lo hará parecer mil veces mayor su carácter de mal ineludible. Hasta ahora, uno podía siempre pensar, según sus aptitudes o sus aficiones, en cometer un crimen, hacer una estafa o instalar una fábrica de vidrio y salvarse. Salvarse a costa de los otros; pero salvarse al fin. Mañana, en cambio, no habrá posibilidad de salvación para ninguno de nosotros. Todos tendremos que trabajar seis horas o cuatro horas o dos horas; pero tendremos que trabajar, y la cuestión social seguirá en pie.
Hasta que unas máquinas maravillosas nos lo hagan todo… y mientras no se den cuenta de que las explotamos.”
Julio Camba: “La rana viajera”
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