lunes, 31 de octubre de 2011

Altruismo



"Así como, lo sepamos o no, todos tenemos una metafísica, así también, lo queramos o no, todos tenemos una moral. Tengo una moral muy sencilla: no hacer a nadie ni mal ni bien. No hacer a nadie mal, porque no sólo reconozco en los demás el mismo derecho, que creo que me corresponde, de que no me molesten, sino porque me parece que los males naturales bastan para el mal que tenga que haber en el mundo. Vivimos todos, en este mundo, a bordo de un navío zarpado de un puerto que desconocemos hacia un puerto que ignoramos; debemos tener los unos para con los otros una amabilidad de viaje. No hacer bien, porque no sé lo que es el bien, ni si lo hago cuando me parece que lo hago. ¿Sé yo que males causo si doy limosna? ¿Sé yo que males causo si educo o instruyo? En la duda me abstengo. Y me parece, además, que auxiliar o ilustrar es, en cierto modo, hacer el mal de intervenir en la vida ajena. La bondad es un capricho temperamental: no tenemos derecho a hacer a los demás víctimas de nuestros caprichos, aunque sean de humanidad o de ternura. Los beneficios son cosas que se inflingen; por eso abomino fríamente de ellos.






Si no hago el bien, por moral, tampoco exijo que me lo hagan. Si me pongo enfermo, lo que más me pesa es que obligo a alguien a cuidarme, cosa que me repugnaría hacer a otro. Nunca he visitado a un amigo enfermo. Siempre que, habiéndome puesto enfermo, me han visitado, he sufrido cada visita como una molestia, un insulto, una violación injustificada de mi intimidad decisiva. No me gusta que me den cosas; parecen, con ello, obligarme a que también las dé: a los mismos o a otros, sea a quien fuere.







Soy altamente sociable de un modo altamente negativo. Soy la inofensividad encarnada. Pero no soy más que eso, no quiero ser más que eso. Tengo para con todo cuanto existe una ternura visual, un cariño de la inteligencia –nada en el corazón. No tengo fe en nada, esperanza en nada, caridad para nada. Abomino con náusea y pasmo de los sinceros de todas las sinceridades y de los místicos de todos los misticismos o, antes mejor, de todas las sinceridades de todos los sinceros y de los misticismos de todos los místicos. Esa náusea es casi física cuando esos misticismos son activos, cuando pretenden convencer a la inteligencia ajena, a mover la voluntad ajena, encontrar la verdad o reformar al mundo."



Fernando Pessoa : "Libro del desasosiego."

jueves, 20 de octubre de 2011

Animales racionales







“Por lo demás, puede un artista de la política, no menos bien que un artista de la estética, regir y dirigir el mundo por medio de una ficción con que acierta a suplantar la realidad, por ejemplo la de la libertad del pueblo (como en el Parlamento inglés) o la del rango y la igualdad (como en la Convención francesa), que consisten en meras fórmulas (mundus vult decipi); pero es mejor tener aunque sólo sea la apariencia de la posesión de este bien ennoblecedor de la Humanidad, que sentirse palpablemente despojado de él”.





Hacerse incapaz así mismo, por degradante que pueda ser, es, sin embargo, muy cómodo, y, naturalmente, no pueden faltar jefes que sepan utilizar esta docilidad del gran montón (porque éste de suyo se une difícilmente) y presentar como muy grande, incluso como mortal, el peligro de servirse del propio entendimiento sin la dirección del otro. Los Jefes de estado llámanse padres del pueblo, porque saben mejor que sus súbditos como puede hacerse a éstos felices; el pueblo, por el contrario, está condenado a una constante incapacidad en aras de su mayor bien”.







“El clero tiene al laico rigurosa y constantemente en estado de incapacidad. El pueblo no tiene ni voz ni voto acerca del camino que ha de seguir para alcanzar el reino de los cielos. No necesita de sus propios ojos humanos para llegar a éste; se le guiará, y aunque se ponen en sus manos unas Sagradas Escrituras, para ver con sus propios ojos, es exhortado al mismo tiempo por sus guías “a no encontrar en ellas nada más que lo que éstos aseguran encontrar en ellas”, y por doquiera es el manejo mecánico de los hombres, bajo el gobierno de otros, el medio más seguro de conseguir un orden legal.”













Immanuel Kant: "Antropología"

domingo, 9 de octubre de 2011

Microrrelatos

No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.

ALEJANDRO JODOROWSKI (México): “Calidad y cantidad”








Soñé que un niño me comía. Desperté sobresaltado. Mi madre me estaba lamiendo. El rabo todavía me tembló durante un rato.


LUIS MATEO DÍEZ (España): “El sueño”






—No se preocupe. Todo saldrá bien —dijo el Verdugo.

—Eso es lo que me preocupa —respondió el Condenado a muerte.

ORLANDO ENRIQUE VAN BREDAM (Argentina): “Preocupación”








Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño.

MIGUEL SAIZ ÁLVAREZ (España): “El globo”








El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida.

ÁNGEL GARCÍA GALIANO (España): “La última cena”








Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN (Venezuela): “El hombre invisible”








Hoy los maté. Ya estaba harto de que me llamaran asesino.

JAIME MUÑOZ VARGAS (México): “Justicia”








Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.

AUGUSTO MONTERROSO (Guatemala-México): “Fecundidad”








¡Cuánto sufrí para poder arrojar la primera piedra!

AGUSTÍN MONSREAL (México): “Cálculos renales”








—Quédate, le dije.

Y la toqué.

OMAR LARA (Chile): “Toque de queda”