viernes, 15 de julio de 2011

Namorados

                                                 
                                                     "Outro larpeiro"


--Non podes imaxinarte a satisfacción que sinto en verte á miña veira. Nunca pensei que saíses da guerra con tanta fortuna, que volveses á túa casiña. ¡Ai cántas bágoas me fixeches botar por estes ollos que agora se compracen en ollar para tí!

--¿Lloraste mucho por min, de vieras?

--Inda ti non o sabes ben; que che conten os veciños a cantas festas ou seráns me viron ir desde que ti marchache. En cambio pode que tí nunca te lembrases de mín.

--Estás tú muy anquivocada; yo piensaba en tí cada menuto lo menos doscentas veces. ¡Cuántas ocasiones hubo en que yo me arrelembré de este penedo que nos sirve de sifá! Aínda lloré el domingo de Pascua piensando en aquella jran tunda que me deu tu padre con la vara del jando.

--Entonces, se tanto te lembrabas desas cousas, ¿como non me escribías máis a miúdo?

--¡Piero, muguer, si muchas veces non tiña tiempo ni para xantar! No puedes imaguinarte las penurias y las fatijas que allí se pasaban. Siempre estábamos subindo y bagando montañas con el fusil y la muchila a las costas, lo mesmito que camellos. Y después, cuando menos lo piensabas, xa andaban las balas zoando por cima de tu cabeza. Ainda me relembro bien de una vez que una bala me arrincó todos los botones del pantalón y tuve que andar todo el día con él en las mans. Y otra ves, estando todos comendo el rancho, chegó también una bala que viña del campamiento enemijo y me arrincó la cuchera de la mano, que todavía hoxe non fue posible dar con ela. Allí quisiera yo ver a muchos que se las botan de valentes, pra mirar como le tremían las piernas. Si fuera como aquí, que se coje un estadujo y se malla para bajo, entonces nadie tiña miedo; piero allí hay que ver como se difienden las cuestas de los tiros.

--¡Dios mio, cántas calamidades tiveches que pasar!

--Eso xa no me impuerta nada; lo que yo quería era llejar aquí gunta mi sierrana y mirar esos dos oguitos negros, que son tan jrandes como larangas...!

--¡Ay, Dios mio, canto se aprende polo mundo...!

--Diégame contemplar ese cuerpo tan sandunjero y esa cara tan preciosa y esas manos tan suaves, que parecen de terciopelo; diégame hacer agora lo que tiengo en el pinsamiento, que es darte un abrazo que dure media hora a lo menos.

--Abraza, home, abraza para ahí o que queiras...¡o que tí pasaches polo mundo!



Rogelio Rivero: “Os fungueirazos”

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