viernes, 17 de mayo de 2013

VENGANZA



--¿Es verdad que una vez dominamos el mundo? ¿Qué hubo una época, hace muchos años, en la que solo nosotros existíamos sobre la Tierra?


--Sí, es cierto.

--¿Y que aún no llegaran esos ladrones de terreno que utilizan sus trampas y artimañas para restringir nuestros movimientos?

--Exacto.

--Pero, ¿cómo nos dejamos avasallar de ese modo? ¿Es que nadie se percató de lo que sucedía?




--Nuestros antepasados, al principio, consideraron a los nuevos como algo pasajero, simples advenedizos sin futuro que desaparecerían con los años. Por ello no reaccionaron durante mucho tiempo.


Poco a poco comprobaron que el espacio vital del que habían disfrutado durante generaciones menguaba, que cada nuevo ser que aparecía sobre los continentes, les segregaba o les utilizaba como alimento.

   


Cuando solo quedaba una ínfima cantidad de especies de nuestro tipo, llegó la primera respuesta. Al fin decidieron contraatacar, y hacerlo comenzando por los vivos que se mueven, pues sabían que así también se librarían de gran cantidad de advenedizos: esos prepotentes de flores y semillas.


Concentraron en sus cuerpos sustancias que a los demás les resultaran cancerígenas y los comedores de hierba y muchos comedores de carne, como efecto colateral, cayeron eliminados. Esto bastó para incrementar notablemente nuestro espacio vital, pero algunos malditos seres móviles aprendieron a identificarnos. Ya no se alimentaban de nosotros, pero ellos no morían.

 


El siguiente paso consistió en excretar veneno, líquido y gaseoso a través de las hojas y de las raíces. Solo los nuestros podían soportar tales concentraciones venenosas y, al reducirse el número de los floridos advenedizos, también cayeron nuevos comedores de verde provocando cambios inmensos en los ecosistemas.


--Pero todavía queda el vivo móvil peor de todos: el que construye máquinas y emplea herbicidas. ¿Seremos capaces de vencerle?

   


--Ya lo creo. En la última asamblea decidimos concentrar altas dosis del tóxico mutágeno en nuestras esporas. Como sabes, solo el uno por ciento de ellas se transforma en nuevos descendientes. Las demás se pierden y muchas de ellas son inhaladas por los vivos que se mueven.


Así, lentamente, durante varios millones de años, contaminaremos la atmósfera con esporas malignas, dotándolas además de mayor poder de flotabilidad en el aire. Las corrientes atmosféricas las esparcirán por todo el planeta y, nuevamente, nosotros, los helechos, los primeros vegetales con tejidos, volveremos a dominar la Tierra.





    Benno von Archimboldi: "Cormófitos Pteridófitos"

miércoles, 8 de mayo de 2013

CHINA


“La muerte de mi madre me ayudó a convencerme de que deberíamos contentarnos con lo que tenemos y no esforzarnos por conseguir más de lo que debemos. Si todo el mundo estuviera en la cima, ¿quién iba a sujetar la base? Si todo el mundo fuera a la ciudad para divertirse, ¿quién se quedaría en casa plantando las cosechas?



Cuando el Anciano que está ahí arriba creó a los hombres, utilizó diversas materias primas. La de mejor calidad fue para los oficiales, la de calidad media fue para los trabajadores y lo que quedó lo empleó para crearnos a nosotros, los campesinos. Tú y yo estamos hechos de retales y tenemos suerte de seguir vivos. ¿No es cierto, Cuarto Tío? Es como esa vaca tuya, por ejemplo. Tiene que empujar tu ajo y, para colmo, tiene que cargar también contigo. Si reduce el paso, recibe una buena ración de tu látigo. Las mismas normas rigen a todas las criaturas vivas. Por esa razón tienes que aguantar, Cuarto Tío. Si lo consigues serás un hombre, y si no, te convertirás en un fantasma.




Hace unos años, Wang Tai y sus amigos me hicieron beber mi propia orina, eso fue antes que Wang Tai llegara al poder, así que apreté los dientes y lo hice. No fue más que un poco de pis, sólo eso. Las cosas por las que nos preocupamos sólo están en nuestra cabeza. Nos engañamos a nosotros mismos al creer que somos puros. Esos médicos con sus batas blancas, ¿son puros? Entonces, ¿por qué comen la placenta? Piénsalo por un momento: vete a saber de qué parte de la mujer sale eso, lleno de sangre y todo, y sin siquiera lavarla, la cubren con ajo picado, sal, salsa de soja y más cosas, luego la fríen un poco y se la comen. El doctor Wu se quedó con la placenta de mi esposa y cuando le pregunté qué tal sabía, dijo que era como comer una medusa. Imagínatelo, ¡una medusa! ¿Habías oído alguna vez algo más asqueroso?




Así que cuando me dijeron que me bebiera mi propio pis, me lo tragué todo, una botella entera. ¿Y qué pasó después? Pues que seguía siendo el mismo tipo, todo seguía en el mismo sitio. El secretario Huang por entonces no se bebía su propia orina, pero cuando años más tarde contrajo cáncer se comía crudas las víboras, los ciempiés, los sapos, los escorpiones y las avispas, “hay que combatir el fuego con el fuego”, decía, pero lo único que consiguió fue prolongar su lucha durante seis meses antes de exhalar su último suspiro.”






Mo Yan: “Las baladas del ajo”