domingo, 25 de diciembre de 2011

Astrónomo



Hijo mío en ese planeta la vida es muy extraña, pero yo sigo registrando todo lo que observo. Sus años avanzan a una gran velocidad y las estaciones, semejantes a las nuestras, se producen a un ritmo frenético, mas yo continúo filmando, fotografiando y anotando todos los acontecimientos que ocurren en ese lejano astro.




Según mis cálculos, se encuentra a unos 4’2 segundos luz de nosotros, pero mis magníficos instrumentos de observación permiten contemplar hasta el más mínimo detalle. Percibo objetos incluso de tamaño microscópico pues, si de algo se jacta nuestra civilización, es del altísimo nivel conseguido en instrumental de telescopía.






Conseguí además, por primera vez en este tipo de estudios, observar y filmar el proceso completo de una formación planetaria: comenzando con la nebulosa inicial, su posterior movimiento de giro, producido por la onda expansiva de una supernova próxima, el surgimiento del protosol, la constitución de los discos de planetesimales, y la agrupación de estos pequeños cuerpos para crear todos los planetas de ese sistema solar.




Grabé la fase en que ese mundo no era más que una esfera incandescente y, posteriormente, el momento en que se establecieron los primeros océanos de aguas calientes. Y la aparición de los  seres unicelulares con su lento camino hacia formas pluricelulares.

 
 


Examiné los pasos en falso de la evolución con los diseños de vida que no fructificaron. Tengo almacenados, en mis discos de memoria, todas y cada una de las especies vivientes que aparecieron en él y también todas las formas intermedias entre unos grupos y otros.




Y las catástrofes sucesivas, debidas a múltiples causas, como variaciones del clima, impactos de meteoritos o gigantescas erupciones volcánicas, quedaron anotadas en mis archivos. Están apuntados todos los agrupamientos y separaciones de los continentes, con las consecuencias que provocaron sobre el medio ambiente y los seres vivos. Todo, todo se encuentra en mi colección científica.

 
 


Pero, si algo avisté con especial emoción, fue la aparición de esos animalillos curiosos y su adueñamiento del planeta. Su vida en la sabana, al aire libre o en cuevas y chozas. Su lenta distribución por todo el globo. La edificación de las primeras ciudades y la construcción de los enormes monumentos en forma de pirámide. Pude ver como unos grupos dominaban a otros, asistí a debates de filósofos en el ágora, a batallas impresionantes como la que llaman de Las Termópilas, contemplé las primeras olimpiadas o las luchas de gladiadores en los circos romanos. ¡Cómo me entretenía espiando la construcción minuciosa de las catedrales! ¡O el momento en que un grupo llegó en barco a otro continente, poniendo en contacto dos civilizaciones muy diferentes! Las guerras con armas cada vez más sofisticadas y destructivas, la aparición del trabajo en serie, los primeros ingenios voladores. Todo, todo se encuentra en mis archivos.
 
 


He aprendido una veintena de sus idiomas, por cierto de gran simplicidad. He estudiado la evolución de varios y comprobado como, por desgracia, muchos han dejado de utilizarse. De entre los que se usan hay uno que me atrae especialmente por su gran musicalidad y que denominan “gallego”. Lo suelo emplear, en mis ratos libres, para escribir poesía. Así, con el dominio de los principales lenguajes, pude conocer el nombre de sus personajes famosos y seguirlos en sus peripecias. De entre los muchos líderes religiosos poseo filmaciones de Lao-Tsé, del príncipe Siddhartha, de Jesucristo y de Mahoma. También se encuentran en mis archivos, personajes científicos de todas las épocas, como Eratóstenes, Arquímedes, Galileo, Copérnico o Newton. Tengo copias de todos los trabajos de Euclides y de otras obras importantes, incluso de las que ardieron en el incendio de la biblioteca de Alejandría.




Poseo grabaciones del viaje de Marco Polo a China, y de Magallanes y El Cano dando la vuelta al mundo. Conservo imágenes impresionantes en las que se pueden comprobar los esfuerzos sobrehumanos de Amundsen y de Scott caminando por la meseta helada de la Antártida en busca del polo Sur, y de la escalada al Everest realizada por Edmund Hillary con Tenzing Norgay.

 
 


¡Y la carrera espacial! ¡Que alegría sentí cuando consiguieron llegar a su satélite! En ese momento comprendí que tal vez me podría poner en contacto con ellos, ser capaz de enviarles todo lo que he atesorado durante los últimos años.




Hoy, con motivo de mi cumpleaños, les mandaré, como regalo de despedida, un mensaje con toda la información acumulada. La recibirán dentro de 4’2 segundos, y podrán conocer con detalle todos los aspectos de su historia.



Porque mi vida se acaba. Tengo, como sabes, ochenta años pero, cuando nuestro planeta da una vuelta alrededor de su estrella, el astro al que yo observo lo ha hecho 90 millones de veces. Si, tengo el equivalente a 7200 millones de años del mundo al que sigo, y mi cuerpo está muy debilitado.

 
 


Deseo que reciban este regalo como una pequeña muestra de la existencia de vida más allá de su sistema planetario. Creo que ya se encuentran lo suficientemente preparados para que esta revelación no les cause gran incomodidad.




Hijo mío, si deseas continuar mi labor, registra lo que sucede allí una vez conozcan toda esta información. Tus horas de ocio, como las mías durante todos estos años, se llenarán de alegría contemplando la evolución de esos pequeños seres y, quizás, podrás percibir la fase final del ciclo planetario, con la destrucción del astro por el aumento de volumen de su estrella. Calculo que esto ocurrirá dentro de unos sesenta años, cuando tú te acerques a la vejez. Así sabrás si fueron capaces de evitar su autodestrucción, si consiguieron crear colonias más allá de su pequeño mundo, o si llegaron a ponerse en contacto con nosotros.



Benno von Archimboldi: “La velocidad de la luz”